lunes, 29 de noviembre de 2010

Sinceramente, a mí me encanta.

" [...] Primero, situémonos. Marbella, final de los años sesenta. Otti es una guía turística finlandesa, rubia y escultural, que pastorea a un grupo de guiris. La noche antes de regresar a Helsinki, se va de marcha y en una discoteca conoce a Paco. A él también lo pueden imaginar sin esfuerzo: moreno, guapo aunque bajito y un poquillo tripón. Chico de buena familia y sin un duro, que toca la guitarra por los bares. Simpático, golfete y con una cara dura absoluta, muy española. La noche sigue como resulta fácil imaginar: apartamento de Paco, un par de canutos, mucha guitarra y una dura campaña entre sábanas arrugadas, toda la noche dale que te pego, hasta que, ya amaneciendo, ella le da un beso, se despide sonriente y se larga al aeropuerto. Fin del primer acto. [...] "

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Jueves

Los jueves son un tour de force. La espera acumulada de toda la semana, el sprint final. Me levanto, me ducho y desayuno, sin prisa. Los jueves el agua de la ducha me despierta las ideas, y el primer café me instala un gusanillo en la tripa que me hará compañía hasta las cinco de la tarde, más o menos. Cojo los bártulos y voy a clase. La primera hora es rápida. Pero tras ésta me paso toda la mañana ansiosa, nerviosa, en movimiento, sin apartar la mirada del reloj. La última hora es eterna, normalmente acabo perdiendo la primera batalla con la paciencia, y siempre suelo salir antes de que la profesora de Historia Antigua nos sentencie el fin de semana. Llego a casa, como rápido, me cambio y me visto concienzudamente. Meto las cuatro cosas que me hacen falta en la maleta e intento dejar mi habitación medio decente para que el lunes de la semana siguiente- ese horrible lunes- pueda encontrar la cama en medio de la leonera que suele ser mi cuarto.

La primera espera se da en la estación. Siempre llego antes. Lo que aumenta la presión que ejerce el gusano de mi tripa. Abro un libro solo para cerrarlo cinco minutos después. Me colocó el ipod y paso canciones hasta darme cuenta de que no me apetece escuchar música. Llega el tren. Subo la maleta. Elijo mi asiento. No cedo a la tentación de sentarme sola, nunca sabes sí después podría colocarse a tu lado uno de esos malditos que no regula el sonido de su mp3 y pone música a todo el vagón. Además me gusta tener compañía, buena compañía, compartir una hora de vida con algún desconocido que lea o piense en silencio.

Intento no mirar las primeras paradas. Roca-cúper. Albuixech. Massalfassar. El Puig. Pasan sin que yo levante la cabeza de las páginas del libro. Trato de concentrarme. Fundirme en la lectura. Los jueves es una tarea ardua. Puçol. Sagunt. Queda menos, la sensación de vértigo acrecienta, y me gusta. Muevo el pie. Sonrío. Cierro el libro. Cuando estoy nerviosa no puedo hacer lo mismo durante mucho rato. Soy incapaz. Enciendo el ipod y miro por la ventana. La tranquilidad de Bright Eyes me dura durante Les Valls. Almenara. La Llosa. cuando llego a Xilxes respiro hondo. Apago el Ipod. Miro a mi alrededor y normalmente ya estoy sola. La mayoría de mis acompañantes anónimos se han bajado en Sagunto. Me pongo a mirar el paisaje. Así es como menos aguanto, a lo sumo llego a Nules, donde ya me empiezo a desesperar. Parece que estás cerca, pero estás lejos. Odio Nules. Pero adoro Almassora. Cuando estás en Almazora quedan cinco minutos. Y me acuerdo de Víctor Jara. La vida es eterna en cinco minutos.

El tren entra en Castelló: final del trajecte. y soy la primera en el vagón en levantarme y acercarme a la puerta. Me bamboleo ese minuto en el que se sumerge en el Castellón subterráneo. El tren empieza a frenar y yo hago los últimos movimientos de cadera necesarios para no caerme. Es el momento de apretar el botón para que se abran las puertas. Con el dedo índice, con saña, con ganas. Me asomo a las escaleras mecánicas y me obligo a mi misma a refrenar el impulso de subirlas a pie, de dos en dos. Me gusta disfrutar durante un minuto de la sensación de ser transportada. Aumento la espera. El sentimiento de vértigo. Todo para llegar al final de la escalera.

Y darme cuenta cada jueves de que volver es lo que tiene sentido.




"Otra vez Sócrates caminará por el Ágora ateniense, otra vez Troya, otra vez Aquiles, otra vez tú, otra vez yo."

martes, 16 de noviembre de 2010

Mandarinas

Esta mañana mientras desayunaba a horas intempestivas me he acordado de Estellés.


res no m'agrada tant
com enramar-me d'oli cru
el pimentó torrat, tallat en tires.

cante, llavors, distret, raone amb l'oli cru, amb els productes de la terra.

m'agrada molt el pimentó torrat,
mes no massa torrat, que el desgracia,
sinó amb la aquella carn molla que té
en llevar-li la crosta socarrada.

l'expose dins el plat en tongades incitants,
l'enrame d'oli cru amb un pessic de sal
i suque molt de pa,
com fan els pobres,
en l'oli, que té sal i ha pres una sabor del pimentó torrat.

després, en un pessic
del dit gros i el dit índex, amb un tros de pa,
agafe un tros de pimentó, l'enlaire àvidament,
eucarísticament,

me'l mire en l'aire.de vegades arribe a l'èxtasi, a l'orgasme.

cloc els ulls i me'l fot.






A mi me ha pasado con una mandarina.
Será que me gusta más lo ácido.